jueves, 30 de junio de 2011

Turismo Corporativo: Su Especialista


En Viajealmundo.com contamos con una trayectoria de mas de 10 años en el mercado turístico aportando soluciones a sus necesidades.

Contamos con un Staff exclusivo de profesionales,encargados de la atención personalizada a su entera disposición tanto para sus viajes de placer como para sus viajes corporativos.

Nuestra división Corporate se ocupa de cada uno de los detalles en sus viajes, desde la planificación hasta el regreso, escogiendo la política más eficiente en cuanto a su presupuesto y cuidando rigurosamente los recursos de nuestros clientes; para ello contamos con alianzas estratégicas, buscando los servicios mas adecuados para sus viajes.

Ofrecemos beneficios a sus empleados, con incentivos exclusivos en sus viajes personales.

Nuestro objetivo, la tarifa más conveniente y el servicio mas eficiente.

Nuestra filosofía, es Lograr que nuestros clientes disfruten y se sientan satisfechos.

La clave de nuestro servicio, responder a sus consultas y cotizaciones en forma ágil, rápida
y eficiente y para ello, contamos con:
  • Profesionalismo, experiencia, trayectoria, respaldo y seriedad a su entera disposición.
  • Atención las 24horas, los 365 días del año.
  • Variados canales de comunicación en Argentina, USA y Europa: que mantendrán nuestras empresas conectadas permanentemente.
  • Convenios directos con los principales Prestadores de Servicios Turísticos a nivel mundial.
  • Confirmación on-line de reservas: que nos posibilitan encontrar la mejor opción, abarcando aéreos, hoteles, traslados, excursiones, cruceros, alquiler de autos y asistencia médica, entre otros.
  • Miembro de IATA (International Air Transport Association).
  • Acuerdos corporativos con tarifas diferenciales firmados con las principales compañías aéreas.
  • Vuelos charter, jet ejecutivos y helicópteros.
  • Servicios de Guías y Traductores Bilingües.
  • Ejecutivos de Cuentas idóneos y altamente calificados quienes se encargan de controlar la calidad del servicio brindado.
  • Administración de programas de viajeros frecuentes.
  • Opciones de pago que se ajusten a sus necesidades.



Nos especializamos en la Organización de viajes de Incentivos, Convenciones, Congresos, Lanzamientos de Productos, Seminarios, Simposios, Regalos Empresariales y diferentes actividades grupales.

Para una planificacion detallada y exitosa en sus eventos, lo asesoramos en la selección del:
  • Destino
  • Alojamiento
  • Traslados
  • Salones en hoteles y centros de convenciones
  • Catering
  • Equipamiento técnico
  • Logística y Asistencia a participantes y expositores
  • Personal de apoyo en el lugar del evento
  • Coordinación de guías
  • Servicios de seguridad y vigilancia
  • Actividades de esparcimientos
  • Conexiones a todos los puntos de interés turístico


Resolvemos dichas necesidades tanto en el país como en el exterior, brindando asesoramiento constante, ideas y apoyo logístico antes, durante y después del evento.

Queremos que nuestros clientes se trasladen con la tranquilidad de poder cumplir con los objetivos de su viaje sin preocupaciones por inconvenientes de último momento.

Por eso, cumplimos con un seguimiento permanente que confirma que todos los servicios están desarrollándose en forma adecuada.

Asimismo, chequeamos el grado de satisfacción de nuestros clientes a través de Encuestas para ajustar nuestro servicio a las expectativas de su empresa.

Contamos con la certificación del Sistema de Gestión de Calidad de ISO 9001:2000.

Por todo esto, queremos estar junto a usted como y cuando lo necesite.

Le solicitamos una reunión para presentarle nuestra empresa y les brindaremos un análisis detallado en servicios, beneficios y óptimo rendimiento de su presupuesto. Así podrá Usted y su empresa comenzar a disfrutar de sus viajes con Viajealmundo.com

miércoles, 29 de junio de 2011

Las cataratas mas altas del mundo

El paisaje que nos ofrece la caída del agua en una cascada o catarata es una de las escenas naturales más espectaculares y bellas para observar. Si eres de los aficionados al turismo natural, no puedes perderte de ver con tus propios ojos y en vivo y en directo la espectacular imagen de una catarata.

Hoy nos trasladamos a distintos puntos de nuestro planeta para mostrarte las 5 cataratas mas altas del mundo. En todos los casos, se trata de imágenes realmente impactantes.

las-cataratas-mas-altas-del-mundo-1.jpg

Salto del Angel
La catarata más alta del mundo es la de Salto del Ángel, en Venezuela. Con casi 980 metros de altura es un espectáculo que atrae miles de turistas de todo el mundo. Como se encuentra en una zona de difícil acceso, existe la opción de sobrevuelo aéreo sobre ellas.

las-cataratas-mas-altas-del-mundo-2.jpg

Cataratas Tugela
A más de 940 metros de altura, las cataratas Tugela se llevan el segundo puesto. Se encuentran en la provincia de KwaZulu-Natal en Sudáfrica.

las-cataratas-mas-altas-del-mundo-3.jpg

Ramnefjellsfossen
Esta impactante catarata es la Ramnefjellsfossen en Stryn, Noruega. Los turistas pueden llegar a ella por carretera, barco o avión. Si bien es un paisaje único todo visitante debe tener cuidado: su mortal caída de 820 metros ha provocado la muerte de más de 100 turistas.

las-cataratas-mas-altas-del-mundo-4.jpg

Cataratas Monge
Otra espectacular catarata de Noruega. A 773 metros de la superficie, se aprovecha la caída de agua para generar energía eléctrica.

las-cataratas-mas-altas-del-mundo-5.jpg

Cataratas Gocta
Un impactante paisaje para conocer en la provincia de Cocahuayco en Perú. Con 771 metros de altura, es la quinta caída de agua más alta del mundo.

Místico: Machu Picchu

Machu Picchu, que en lengua quechua significa "montaña vieja", y llamada por algunos como "la ciudad perdida de los incas", es una ruina precolombina situada en la Cordillera de los Andes Peruana, en el valle de Urubamba a unos 70 km al noroeste de la ciudad de Cuzco, y a unos 2400 metros sobre el nivel del mar. Esta ciudad fue imposible de encontrar hasta que en el año 1911 el arqueólogo norteamericano Hiram Bingham la redescubrió.

En cuanto a la historia de Machu Picchu, se cree que fue construida por el jefe inca Pachacuti alrededor del año 1440 de nuestra era, siendo habitada hasta la conquista del Perú por los españoles en el año 1532. La evidencia arqueológica sugiere que Machu Picchu no fue una ciudad convencional, sino que más bien constituía un lugar de retiro para la nobleza del pueblo Inca. El sitio está conformado por diversas construcciones entre las cuales cabe destacar un palacio y diversos sitios de culto dedicados a la adoración de los dioses. Normalmente no residían más de 750 personas en la ciudad; número que se veía reducido a una fracción en el período lluvioso. Para los incas, la ciudad era considerada un secreto militar, ya que los profundos precipicios y montañas que la rodean, son accidentes naturales propicios para la defensa de la nobleza en el caso que se produjeran ataques. Los estudios llevados a cabo en los últimos tiempos señalan que el emplazamiento de la ciudad fue elegido debido a su ubicación geográfica y los atributos geológicos. En efecto, se dice que la silueta de la montaña detrás de Machu Picchu representa la cara del Inca mirando hacia el cielo, donde la cima más alta, el Huayna Picchu (que significa joven montaña), es la nariz. Es en el año 1981, cuando Perú declara a toda la zona cercana a las ruinas, como Santuario Histórico del Perú, donde el fin no solamente es proteger los vestigios históricos, sino que también proteger la flora y fauna presentes en el lugar. Desde 1983 la UNESCO ha declarado esta ciudad como Patrimonio Mundial de la Humanidad. En el año 2003, alrededor de 400.000 personas visitaron la ciudad perdida de los incas, por lo que la UNESCO ha mostrado preocupación por los potenciales daños que se producen año a año producto del turismo.

Hoy en día, la arquitectura mediante la cual se construyó la ciudad de Machu Picchu es sorprendente. Los incas usaban un estilo muy particular para sus construcciones a base de bloques de piedra de grandes dimensiones. Éstos eran pulidos de tal forma, que en las junturas entre un bloque y otro, es imposible introducir una fina navaja. Este legendario pueblo no usaba la rueda, por lo que resulta ser un misterio hasta nuestros días el medio que usaban para el transporte de los bloques de piedra que pesaban toneladas. La creencia general es que para este fin se usaban cientos de hombres para el empuje del material a través de planos inclinados. Lamentablemente no existe una documentación al respecto, ya los incas nunca usaron un medio de escritura convencional.

El Wayna Picchu constituye un espolón que forma parte de la montaña, cuya base semicircular está bañada por las aguas del río Urubamba.

Es la montaña ubicada frente a Machu Picchu. Apareciendo en el fondo de los cuadros clásicos de Machu Picchu. Su nombre quechua se traduce como "montaña joven" o "montaña aguja" Waynapijchu fue puesto de vigilancia, estación de comunicación y adoratorio.

En la cima de la montaña hay enormes bloques de piedra, cuidadosamente labradas, que están inclinadas y corresponden a un adoratorio o Templo. En la cima también se encuentran algunas terrazas que fueron hechas para evitar la pérdida de tierras por el "lavado" de las laderas en época de lluvia y así ser utilizadas como jardines, utilizadas para cultivos de especies, quizás consideradas sagradas.

Desde allí se puede apreciar la Plaza Principal de Machu Picchu a unos 400 metros hacia abajo y el panorama general es impresionante, el vertiginoso Cañón del Urubamba de infinitos matices verdes y al fondo las blanquísimas cumbres nevadas.

El acceso desde Machu Picchu toma casi una hora por un sendero de escalinatas en zigzag casi verticales, con precipicios de vértigo, que en varios sectores simplemente se talló en la piedra. Subiendo despacio toma aproximadamente una hora. No es exactamente peligroso, sin embargo, quien desee hacer la travesía debe tener mucho cuidado ya que un pequeño descuido o un mal paso podría ser fatal. Se requiere además, estar bien aclimatado si se desea realizar el ascenso, para lo cual el trayecto se inicia a la espalda de la Roca Sagrada en el extremo norte de la ciudadela de Machu Picchu.

La montaña tiene una altura de 2,667 mts. y su cima tiene una superficie de 2,000 m2. aproximadamente, fue explorado por vez primera por la expedición de la Universidad de Yale, que encontró alrededor de una docena de asentamientos. El más importante, sin duda, fue el descubierto por Hiram Bingham, quien lo bautizó como "La Gran Caverna", renombrada luego como el "Templo de la Luna", que se halla construido sobre una falla geológica. Subir hasta aquí toma aproximadamente dos horas y media y sólo se lo puede hacer hasta antes de la 13:00 horas. Es necesario registrarse en la caseta que se encuentra al comienzo del recorrido.


viernes, 24 de junio de 2011

La Isla de Pascua

Aunque muchos la conocen como laIsla de Pascua, sus habitantes nativos prefieren llamarla Rapa Nui, como también se hacen llamar a ellos mismos y al idioma en el que hablan (además del español).

Se trata del pedazo de tierra habitado más remoto del mundo (3 mil 700 kilómetros la separan de América) y su cultura se remonta a mil 400 años atrás, cuando sus primeros habitantes poblaron esta isla volcánica, que se empezó a formar hace 3 millones de años con la erupción de los volcanes Poike, Rano Kau y Maunga Terevaka.

El tamaño de la isla es de 166 kilómetros cuadrados (un poco más de tres veces el tamaño de San Andrés) y la mejor época para visitarla va de enero a abril, cuando los días son largos (oscurece alrededor de las 9 p.m.) y las lluvias amainan (la temperatura es un poco más alta, aunque en la isla nunca hace menos de 20 grados en el día).

Pero no es solo su lejanía lo que la hace interesante. Un gran misterio envuelve a los moáis, esas estatuas de piedra volcánica que los rapanuis esculpieron para rendirle culto a sus ancestros (a los jefes de cada tribu).

Todos los arqueólogos del mundo se preguntan cómo desplazaban estas figuras de una sola pieza y 30 toneladas de peso desde la cantera hasta las costas de la isla, donde eran puestas siempre mirando hacia adentro, excepto por las que representan los primeros pobladores de la isla, que miran hacia el mar y que, al parecer, llegaron en el año 600 a.C. Puede que parezcan imponentes en las fotos, pero verlas en vivo es impresionante.

Si existe un lugar en el mundo real ligeramente parecido a ese "país del nunca jamás" narrado de Peter Pan, ese es Rapa Nui. Las cavernas en la mitad de acantilados imponentes, donde las olas revientan revelando el color más agua marina del océano Pacífico, traen a la memoria esa escena en que Peter Pan salva a la princesita india del Capitán Garfio.

El contraste de esas aguas con sus tierras rojizas y amarillas, y las lagunas que se forman en el fondo de los cráteres de tres volcanes inactivos hace millones de años no pueden más que confirmar la singularidad de este lugar. Por si fuera poco, los rasgos polinésicos de sus habitantes ponen el último toque de belleza, que no el menos importante.

Aunque de los 5 mil habitantes que hoy pueblan la isla casi la mitad son nativos, los rapanuis tuvieron una crisis de superpoblación antes de ser descubiertos, por lo que entraron en guerras civiles en las que destruían a las otras tribus y tumbaban sus moáis.

Aunque casi se extinguen, sus sobrevivientes se fueron a vivir en cuevas y empezaron a entregarle el mando de la isla al guerrero que nadara hasta unos islotes (los Motu), donde el manu tara (una suerte de gaviota) ponía sus huevos. Quien nadara de vuelta con el huevo intacto no solo era nombrado líder por un chamán, sino que lo esperaba un premio de varias vírgenes que llevaban meses sin ver el sol para estar blanquísimas. La idea era poblar la isla con su descendencia, fuerte y guerrera.

Además de seguir siendo guerreros, la autenticidad de esta gente se respira aún en el ambiente. No en vano solo hasta 1722 la isla fue descubierta por el holandés Jacob Rogeveen, quien la bautizó como Pascua por la época en que pisó sus tierras, más de dos siglos después del Descubrimiento de América, y época del apogeo de la esclavitud. Los rapanuis tuvieron luego expediciones de ingleses y franceses, hasta que finalmente, en 1887, Chile la hizo parte de su territorio.

Visitando esta isla se comprenden un poco las razones que llevaron al pintor Paul Gauguin a instalarse en Tahití, otra de las islas polinesias (son todas las que comprende un triángulo imaginario entre Hawai, Nueva Zelanda y Pascua). Al regresar de la isla del nunca jamás, el síndrome de Gauguin es inevitable.

Planes infaltables

La visita, tanto a la cantera como a los lugares en los que aún yacen los moáis, le dará una idea del talento de los rapanuis como escultores.

Si quiere ampliar sus conocimientos sobre estas estatuas, vaya al Museo Antropológico Padre Sebastián Englert. Aunque sean duras, las caminatas hacia las cimas de los cráteres de los volcanes (sobre todo el Rano Kao y el Rano Raraku) valen mucho la pena. Hay una vista privilegiada de la isla y las lagunas en el fondo de los cráteres.

Dé un paseo en lancha a los islotes, o motu. No dude en hacer 'snorkeling' y, si bucea, en Hanga Roa hay centros para alquilar equipos y buscar instrucción.

Vaya al pueblo (Hanga Roa) en la noche a ver danzas tradicionales, como el sau-sau y el tamuré. Si va en febrero, participe del Tapati, fiesta con competen- cias y bailes.

Costa Rica - Tortuga Lodge, paraíso del ecoturismo

Una playa de blanca y fina arena de 30 kilómetros, cocoteros, bosques de manglares, flamencos rosados, garzas, caimanes y, sobre todo, tortugas marinas forman parte del decorado de este singular refugio ubicado en el Parque Nacional de Tortuguero, en la costa caribeña de Costa Rica.

Este eco-lodge es más que un reflejo del lugar en el que se enclava: el Parque Nacional de Tortuguero, un privilegiado espacio natural recorrido por canales que, en temporada, ofrece un espectáculo único: el desove de tortugas gigantescas en las playas. La aventura comienza antes de llegar al hotel, donde se llega en lancha. Después sólo hay que disfrutar, ya sea alojado en una de sus nueve confortables villas frente al mar, divididas en dos ambientes con baños privados y capacidad para siete plazas, o en una de sus 12 amplias habitaciones triples, dotadas con ventilador y mosquitero.

Aquí no hay lujos, pero a cambio, es una delicia despertarse entre la vegetación tropical y empezar a explorar el parque. A la hora de la comida, los pescados son la base de una deliciosa comida mientras se contempla la playa. Los huéspedes pueden seguir de aventura por Costa Rica, meca de los viajes de naturaleza, disfrutando de los más variados ecosistema que encierra este territorio, resquebrajado por volcanes todavía activos a los que llegar a pie o a lomos de una montura, de ríos indómitos que se abren paso entre la espesura y de manchas forestales en las que disfrutar del avistamiento de las aves más fabulosas o, simplemente, de la naturaleza en el estado más puro.

Grecia - El lugar escogido por los dioses


Algunas de las teorías económicas más recientes tratan de probar que el bienestar de un país no se mide por su producto interior bruto o por sus vicisitudes financieras, sino por otros indicadores más intangibles directamente ligados a la felicidad de las personas. Esto debe de tener algo de cierto porque la impresión general que el viajero se lleva de Grecia es mucho más amable de lo que cabría suponer de un Estado en bancarrota. El paisaje, la luz, la gastronomía y una cierta despreocupación vital, que tiene sin duda genética mediterránea, configuran la imagen de un país satisfecho y seductor.

Atenas

Atenas, una de las ciudades que la historia ha convertido en inmortal, es una capital caótica y grisácea. Sus calles, saturadas de tráfico y flanqueadas por edificios sin personalidad, se tejen con monotonía hasta el mar. Desde lo alto del monte Likabetos se puede tener una vista inigualable de Atenas en sus cuatro puntos cardinales. El panorama, más allá de la fascinación poética que produce siempre una gran ciudad que se extiende hasta el horizonte y que bulle, es deslucido: una superficie rasa de azoteas de color cemento.

Desde el Likabetos se pueden distinguir también con nitidez las joyas de la ciudad, sobre todo el monte de la Acrópolis, que visto desde la distancia tiene más aura romántica que en la cercanía. Son ya varias las generaciones que no han podido contemplar el Partenón, los Propileos o el Erecteión libres de andamios y remiendos. Las perpetuas obras de restauración, unidas a la algarabía turística del lugar, que es visitado continuamente por viajeros arribados en masa, hacen casi imposible encontrar la paz de espíritu necesaria para evocar a Pericles y reconstruir imaginariamente las estatuas de Fidias o el aliento de sabiduría que se respiró alguna vez en esa colina.

Desde la altura de la Acrópolis se puede divisar de nuevo el trazo de la ciudad y el detalle de algunas de sus ruinas menos célebres: la puerta de Adriano, el Olimpión, el estadio o el Ágora. Todas ellas merecen una visita si el viajero dispone de tiempo, pero pueden igualmente desecharse si la prisa manda. Lo que no es razonable eludir es la visita al nuevo Museo de la Acrópolis, que está al pie de la colina, y al barrio de Plaka, uno de los rincones emblemáticos de la ciudad.

El museo, obra del arquitecto Bernard Tschumi, guarda en su interior los originales de las cariátides del Erecteión, algunas de las esculturas que Fidias creó para el Partenón y muchas otras piezas que, dispuestas con un discurso museístico moderno, pedagógico y atractivo, iluminadas preferentemente por la luz natural que el edificio recoge, ayudan al visitante a viajar a través del tiempo.

Plaka, que también está al pie de la Acrópolis, mantiene el aura de su fama, aunque, como casi todo en estos tiempos, ha perdido la inocencia y parte de su personalidad. Sigue conservando, sin embargo, rincones admirables y pequeños restaurantes que, a falta ya de pintoresquismo auténtico, guardan el secreto de algunas recetas. Dar un paseo sin rumbo por sus calles y sentarse en alguna de las terrazas a tomar un refrigerio o a comer, sea en el día o en la noche, es una de las rutinas obligadas para conocer Atenas.

La otra Atenas, la moderna, tiene su centro más reconocible en la plaza Syntagma, donde se encuentra el Parlamento y la célebre tumba al soldado desconocido custodiada por dos ezvones, soldados de la guardia Presidencial ataviados con un traje folclórico -polainas, faldita, boina y zapatones con borla- que ejercitan unos movimientos coreografiados muy del gusto de los turistas por lo anacrónico. Cerca de allí, en dirección a Plaka, está la calle Pandrossou, de la que Gil de Biedma dijo: "Me acuerdo que de pronto amé la vida, / porque la calle olía / a cocina y a cuero de zapatos". Ya no huele a ninguna de las dos cosas, pero sigue siendo, como entonces, una calle comercial ruidosa y atestada de paseantes en la que es posible realizar compras de cualquier tipo.

Antes de continuar el viaje es recomendable visitar el cabo de Sunión, que se encuentra a 65 kilómetros al sur de Atenas. Allí se alzan las ruinas del templo de Poseidón, desde donde se puede ver, a la hora del crepúsculo, una puesta de sol formidable: el mar Egeo encendido de rojo en el horizonte. Toda la leyenda romántica sobre este sitio es cierta. Se conciertan en él la cultura, la religiosidad -incluso de los más descreídos- y la belleza natural. Pero, como decía Kostantin Kavafis, uno de los mayores poetas en lengua griega, lo mejor de Ítaca no es llegar, sino el viaje que se ha recorrido para hacerlo. Mal haría el visitante si, de camino al cabo de Sunión por la carretera que costea, desprecia el sinfín de tramos escarpados, de playas solitarias o de peñascos sobre el mar que componen el paisaje.

Corinto

La recomendación anterior es válida para todo el viaje a través de Grecia: el embrujo de tantos lugares de resonancias históricas no debe ofuscar al viajero, pues en el camino encontrará alicientes de igual o mayor belleza. El paisaje griego, montañoso y lleno de luz, está pintado con dos colores: el azul del mar, que es intenso y a veces doloroso para la retina, y un verde de gama muy amplia que no se limita, como el tópico pretende, al oscuro olivo. Las carreteras son buenas, aunque la sinuosidad del trazado, forzada por la orografía, demora los trayectos.

Corinto es la primera de las paradas. Se encuentra a pocos kilómetros de Atenas, justo en el istmo que enlaza la Grecia continental con la península del Peloponeso. Y su mayor atracción tiene que ver con esa circunstancia geográfica: el canal de Corinto, que une el mar Egeo con el golfo de Corinto. En la antigüedad, los barcos, arrastrados por bestias, eran transportados por tierra a lo largo de los seis kilómetros de anchura del istmo para evitar que tuvieran que dar la vuelta completa a la península. Hasta finales del siglo XIX no se ejecutó ese gran tajo, de ocho metros de profundidad, que comunica marítimamente las dos partes. Desde unas pasarelas situadas al borde de la autovía, y con prudencia para quienes sufran de vértigo, puede contemplarse en toda su dimensión ese prodigio de la ingeniería decimonónica.

Es posible que en el futuro haya técnicas holográficas que permitan a los turistas con menor sensibilidad arqueológica caminar entre las ruinas del pasado contemplando una reconstrucción virtual exacta de lo que fue el lugar. Mientras ese momento llega, quienes carecemos de la imaginación reconstructiva necesaria vagamos entre las piedras con una mezcla de asombro y de perplejidad, tratando de ver una ciudad más allá de la devastación. Hay algo, sin embargo, que el paso de los siglos no ha cambiado: la disposición geográfica, el emplazamiento. Y ahí suele encontrarse una fascinación constante. El lugar en el que se ubican las ciudades o los templos parecen escogidos por los mismos dioses.

Eso ocurre en Corinto. Desde las ruinas de su ciudad antigua -y más aún desde su acrópolis- se divisa un paisaje fabuloso, pero las ruinas en sí no tienen el mejor lustre para el profano.

Micenas

El viajero apresurado puede seguir ruta hasta Micenas, a pocos kilómetros, donde encontrará, en un enclave igualmente admirable desde el que se controla la lejanía de todo el alrededor, piedras de historia -y consistencia- más recia. Hay que advertir que en este túnel del tiempo arqueológico corremos el riesgo de confundir la historia y creer que esa antigua Grecia que visitamos pertenece a la misma época. Entre el esplendor de Corinto o de Atenas y el de Micenas, sin embargo, hay más de cinco siglos de distancia. Es como visitar el museo Guggenheim después de haber visitado el monasterio de El Escorial.

Micenas tiene varios lugares de atención preferente. El primero, el tesoro de Atreo -o de Agamenón-, que se encuentra a la izquierda de la carretera, antes de llegar a las ruinas de la ciudad propiamente dicha. Se trata de una tumba excavada en la roca, a la que se accede por un corredor descubierto construido con grandes bloques de piedra. El interior, que puede contemplarse en penumbra, tiene una cúpula impresionante.

Ya en la ciudad, lo primero que el viajero se encuentra es la rotunda puerta de los Leones, que da acceso al recinto amurallado. Justo después de atravesarla, a la derecha, está el Círculo de las Tumbas Reales, donde fueron encontrados tesoros de oro que prueban la sangre azul de los enterrados. Y más arriba, aunque desfigurado por la destrucción, el famoso palacio en el que según la leyenda fue asesinado Agamenón por Clitemnestra.

Sin pausa para el descanso, se debe seguir el viaje hacia el teatro de Epidauro, que se encuentra muy cerca. Este teatro también posee una ubicación geográfica portentosa. Desde sus gradas se divisa un oleaje de montañas arboladas hasta el horizonte. Es uno de los teatros mejor conservados de la antigüedad y sigue usándose para conciertos y representaciones. Tiene un aforo de 15.000 plazas, lo que lo emparenta más con los estadios que con los teatros de nuestros días. Y posee una cualidad asombrosa: su acústica. Cualquier palabra dicha a media voz en su escenario, abajo, puede entenderse con precisión en el alto de sus gradas.

Nauplión, en la costa, a pocos kilómetros de Epidauro, es una ciudad perfecta para hacer noche antes de proseguir el viaje. Casi arrinconada contra el mar por las colinas de Acronauplia y Palamidi, que lucen fortalezas imponentes sobre la ciudad, Nauplión tiene todos los atractivos de una pintoresca ciudad veraniega: calles monumentales bien conservadas, cafés llenos de vida, restaurantes agradables y esa paz marina que no es incompatible con el bullicio.

Olimpia

El siguiente destino es Olimpia, la gran Olimpia, que se encuentra al oeste atravesando toda la península del Peloponeso por unas carreteras montañosas trazadas una vez más sobre una naturaleza extraordinaria. En Olimpia estuvo una de las siete maravillas de la Antigüedad, la estatua de Zeus esculpida por Fidias en marfil y oro. Su tamaño era gigantesco, pero no queda ningún resto de ella. Del templo que la albergaba quedan solo ruinas paupérrimas. El estadio, el primero en el que se celebraron los Juegos Olímpicos, es una gran superficie de hierba, desnivelada en los laterales de las gradas, que más conducen al fetichismo cultural que al interés: allí comenzó todo, pero de aquello solo queda la memoria. El museo, cerca del recinto de las excavaciones, guarda entre sus piezas muchas de las esculturas de los tímpanos del templo de Zeus, que por su belleza y su gigantismo bien justifican la visita.

Delfos

La última etapa de la Grecia antigua será Delfos, de nuevo en la parte continental del país; y una vez más tendremos duda, al llegar, de si ha sido más valioso el destino que la ruta hacia él. Delfos fue también un lugar elegido por los dioses. Por el dios Apolo, en este caso. Hace muchos siglos se creyó que este punto era el centro del mundo. Sus ruinas están alzadas en la pendiente del monte Parnaso, desde la que se contempla la inmensidad y desde la que las arboledas del paisaje parecen más espirituales que botánicas. Su oráculo no tiene ya ecos, pero la visita sosegada de los restos de la ciudad -su templo, su teatro, su estadio en lo alto- sigue inspirando las mismas preguntas esenciales que la pitonisa, al parecer, respondía antiguamente: la enormidad del universo, la caducidad de todo.

Al salir de Delfos abandonamos la Grecia de la Antigüedad para adentrarnos en la Grecia cristiana, que, aunque goza de menos fama, no defraudará al viajero. A muy pocos kilómetros de allí, escondido entre montañas, está el monasterio bizantino de Osios Loukás, que no suele formar parte de las rutas turísticas. Aunque lo que tiene verdadero interés artístico son las dos iglesias, con sus mosaicos, sus frescos y sus claroscuros de recogimiento, el monasterio entero es apacible y acogedor. No solo los dioses paganos sabían escoger sus aposentos: desde una explanada en la que los monjes sirven tentempiés a quien lo necesite, se divisa un valle verde y solitario en el que dan ganas de quedarse a vivir.

Meteora

Hasta los monasterios de Meteora, en el norte, hay un camino largo por carreteras que después de un tramo aún montañoso se abren de repente a la llanura inacabable. Meteora es un lugar de apariencia surrealista. Sobre la tierra se levantan unas moles rocosas verticales que en algún caso tienen la apariencia de tornados fosilizados. Parece un paisaje inverosímil, la geología de otro planeta. Pero sobre las cumbres de esas torres de roca, además, fueron construidos en el siglo XIV varios monasterios de retiro y oración. Todo comenzó con unos ermitaños que vivían en cuevas altas para estar más cerca de Dios. Después comenzaron a fundarse los monasterios, inaccesibles, aislados del mundo. Incluso hoy en día, que ya han sido habilitadas escaleras y accesos, para llegar a ellos hay que gastar esfuerzo y sudor. Desde arriba, desde sus terrazas, el vacío cae a plomo.

Quedan en pie seis monasterios. Es posible visitar los seis, pero ello pondrá a prueba la forma física del viajero. Hay dos de visita inexcusable: el del Gran Meteoro -el más grande- y el de Varlaam. En ambos, los frescos de sus iglesias, bien conservados, emocionan y asombran. A pesar de ese hórror vacui que existe, la sensación no es opresiva, sino extrañamente mística. Ayuda al recogimiento. Incluso en la pequeña iglesia del monasterio de San Nikolás -que también merece la visita, si el viajero lleva tiempo-, de techos bajos y espacios claustrofóbicos, los frescos que cubren toda la superficie de los muros parecen ensancharlos.

En el Gran Meteoro no puede dejar de verse el refectorio, que, a pesar de los aditamentos de que está lleno, conserva a la perfección la vaga soledad de la vida monástica. En una sala cercana se guarda un osario y no cabe más posibilidad, ante ella, que volver a meditar sobre la vida. Aquellas calaveras de monjes perfectamente alineadas en baldas pertenecieron hace siglos a hombres que, como Yorick (el bufón de Hamlet), dieron brincos y rieron. Ahora no pueden ya reírse ni de su propia deformidad, pero los huecos de sus cráneos nos miran con fijeza.

Santorini

En las pantallas de los aviones que vuelan desde Atenas hacia Santorini se proyectan gráficos tridimensionales que van indicando las islas que se pueden ver en ruta a derecha e izquierda. Las famosas islas del Egeo, que, desde el aire, parecen un desmigado de tierra en el azul afilado del mar. Cada una tiene su personalidad propia, pero todas comparten ese color casi virulento del agua.

Después de tanta Historia, Santorini es un lugar de descanso. Podemos ver ruinas -las excavaciones de Akrotiri o de la antigua Thira, una ciudad del siglo IX antes de Cristo construida en lo alto de una montaña desde la que se ven todos los extremos de la isla-, pero lo que atrae allí es la holganza. Hay que alojarse en Fira, la capital, o en Ía, en la punta norte. Las dos tienen esa arquitectura picassiana de blancos encalados en líneas curvas y quebradas con remates de azul. Cualquier alojamiento posee una piscina colgada sobre el mar con vistas al volcán que se alza frente a la isla.

En Santorini hay que ir sin rumbo -en un coche o en un quad bike alquilados-, tumbarse en alguna de las terrazas a tomar el sol y a mirar el mar, comer en los restaurantes típicos -el Archipiélago y el Naoussa son imprescindibles-, dejar caer el sol hasta que se oscurece todo y tomar una copa en alguno de sus clubes. Es decir, vivir despreocupadamente. Como solo se vive en los países felices.